Feeds:
Entradas
Comentarios

ultima coladaAcabo de tender la última colada. Hace calor. Para mañana estará seca. Ultimo los preparativos de mi viaje…

Cinco años en estas tierras.

Estos últimos días los paso a solas en Chipude. Soledad que me permite ir despidiéndome poquito a poquito de mi pequeña dehesa, nuestro Chipude particular…

Así que he procurado mimarme: amaneceres algo tardíos (los pájaros han sido mi despertador), desayuno campestre: zumo de naranja, café con leche y azúcar moreno, tostadas de pan integral con cereales, con un poquito de aceite de oliva y una rodaja de tomate (de la huerta); todo servidito en la terraza 🙂

Volveré, volveremos. No me cabe la menor duda. Pero sé que será diferente.

El ciclo de la vida vuelve a regalarnos otro itinerario. Ahora toca de nuevo “Las Canarias” como dicen por la península. Este verano viajamos allí, diríamos que fue un reencuentro… respiramos el mar, escuchamos el sonido dulce isleño, nos dejamos abrazar por la familia, nos dieron la mano nuestros amigos, y el peque Robertito, ahora convertido en el adolescente Robert sintió que ése sería de nuevo su hogar. No pudimos resistirnos.

Durante estos días apenas he paseado por la finca, ni siquiera acercarme a la cuadra, a los caballos. No sé por qué… Hoy, mientras terminaba mi desayuno, las yeguas Arquitecta y Arqueóloga pastaban junto a la casa. Parecía que venían a verme…Y me acerqué.

Fue Arquitecta la que se quedó junto a mi… y le susurré mi despedida; le di las gracias por aquella mañana…

Ocurrió en nuestro primer invierno en la finca, recién llegados. Nota: a estas alturas de mis relatos, bien es conocido que era una urbanita aprendiendo a ser granjera 😛

El día amaneció frío pero de un intenso cielo azul, espléndida mañana para pasear aunque de aquélla mi corazón estuviese demasiado triste para saborearlo. Aún así me calcé botas y forradita por dos pares de calcetines anduve una media hora.  Me cobijé bajo una tupida arboleda y lloré. Cerré los ojos y lloré desconsoladamente.

Cuando sentí que ya había pasado la tormenta y lo que necesitaba era un pack enterito de clinex, abrí los ojos y… ¡vaya!  no estaba sola, las dos yeguas estaban a mi lado, ¡ni las había oído! La urbanita se quedó paralizada, un pelín asustada … Fue entonces cuando la torda, Arquitecta, se acercó despacito y comenzó a darme pequeños mordiscos en mi chaqueta. Además de paralizada y asustada, perpleja, ¿qué se supone que estaba haciendo? Me dejé llevar y la acaricié. Entonces fue cuando me di cuenta que sus mordiscos eran intencionados, ¡no me lo podía creer!: ¡¡¡me estaba consolando!!!. Entonces sonreí, sonreí mucho y me animé a continuar el paseo. Pero las yeguas no se separaron de mi. ¡¡¡Y me sentí Pipi Calzaslargas, flanqueada por dos caballos!!! De aquella nuestros perritos Timi y Oso estaban con nosotros y también se unieron a la comitiva. Recuerdo que no pude resistirme y reí a carcajadas!!!!

Desde entonces me siento privilegiada en estas tierras. Por eso sé que Arquitecta hoy ha venido a despedirse. Yo también lo hago ahora; mis relatos han sido mi lienzo virtual (y es que de pequeña apuntaba a ser la Jó… pero esa es otra historia…) 🙂

Mi corazón también está en esta tierra.pipi

Gracias Extremadura.

Gracias a todos los que nos habéis regalado sonrisas.

Cuando entro en Chipude suelo hacerlo despacio porque me encanta adivinar la finca a través de su trazado. Ya sé que este camino es un poco farragoso en las temporadas de lluvia y un tanto polvoriento en las de secano pero su recorrido sinuoso compensa. En estas mañanas de azul, Chipude se colorea: tonos verdes para las encinas y la hierba, amarillos y blancos en las manzanillas, malvas en las lavándulas, amarillos intensos en escobas, rojos para las amapolas… ¡la primavera!

Como tantos otros días conducía despacito, contenta por sentir la primavera, satisfecha por una mañana laboral provechosa y sonriente por los ladridos de Melo que indicaban que por fin estrenaba “superperrera”. El excesivo mastín llevaba cinco días de arresto domiciliario por mordisquear corderos ajenos, así que fue necesario construirle nuevas dependencias y ahora gozaba de cierta libertad controlada.

Conducía despacito y contenta, pero, peroooooo… (jolines en esta finca siempre se suceden los peros… ) De repente en esta mañana azul los ladridos ocuparon un segundo plano, la primavera dejó de embriagarme, y yo, atónita, aparqué el coche por pura inercia… Fue entonces cuando lo vi: el árbol más fotografiado de Chipude estaba en el suelo; se había desmoronado. Durante cuatro años ha albergado parejas y tríos de cigüeñas, y por ende excusas para mis relatos, pero esta vez la seca de la encina había vencido y nuestro viejo árbol yacía desplomado.

la foto-6

Los dos Robertos serios y preocupados me esperaban en el porche: “Ocurrió hace un rato, no queríamos decírtelo por teléfono. Pero no todo está perdido, hemos podido reubicar el nido y ¡solo se ha roto un huevo, hay tres más!!! «.- Y me arrancaron una sonrisa 🙂

Entramos a comer pero medio alongados a la ventana para otear desde la mesa de la cocina lo que estaba aconteciendo. Solo una de las cigüeñas se mantuvo siempre cerca aunque muy desorientada. Traía de vez en cuando algo de paja para rehacer aquel tinglado, guaraba un ratito pero volvía a levantarse inquieta. No parecía encontrarse cómoda. La otra no daba visos de volver.

No fue hasta el atardecer que la situación aparentó normalidad: la mamá comenzó a aguardar sentadita largos ratos abrigando a “su futuro”,  y al anochecer su pareja regresó. Entonces retomaron turnos de custodias, y yo volví a respirar la primavera, los Robertos también 😛

Hace unos días que no estamos por allí. Mañana regresaremos y supongo que al adentrarnos en Chipude conduciremos nuevamente despacio, Cañada Real, primavera, Melo, cigüeñas, colores, trinos, nidos de golondrinas en el porche, el cuco, los atardeceres, … o sea, todas esas cosas (probablemente cursis) que habría hilvanado contar en este azul abril si no hubiera habido «un nuevo pero» 😆

hierbas cielo

Lustro de trazados

deambulados por mi alma

no hubo rumbo fijo.

Soledad del inicio

compartir del camino

intenso aprendizaje de la vida.

Alas transparentes

volar, sentir

alas transparentes.

Embriagada por nuevos lares de la educación

Chipude cede su epicentro,

ahora es refugio de MeSumaría.

Una decena de cigüeñas surcan los encinares de la dehesa bajo el sol de invierno.

Yo también quiero

volar

Eva Cassidy para María

Songbird

For you, there’ll be no crying
For you, the sun will be shining
‘Cause I feel that when I’m with you
It’s alright
I know it’s right

And the songbirds keep singing like they know the score
And I love you, I love you, I love you
Like never before

To you, I would give the world
To you, I’d never be cold
‘Cause I feel that when I’m with you
It’s alright
I know it’s right

And the songbirds keep singing like they know the score
And I love you, I love you, I love you
Like never before
Like never before
 Like never before 

Eva Cassidy

…Y miro al cielo de nuevo y me doy cuenta de que no son las estrellas las que crean la luz, sino que es la luz la que crea las estrellas…

[Espejo Humeante. Manuel Ruiz]

Diciembre de 2013. Vida

VIDA

Tal vez me abandonen las palabras
o tal vez me abandonéis vosotros,
o solo los años me dejen
a merced de alguna ola,
a merced de alguna ola.
Mientras llega todo esto,
que por fuerza ha de llegarme,
tal vez tenga tiempo aún de robarle a la vida
y así llenar mi bagaje.
Mientras llega todo esto….vida, vida!

Todavía veo, a veces,
a veces veo, todavía,
mis ojos de niño que buscan
más allá del vidrio helado
un color en la tramontana.
Voces sensatas me dijeron
que era inútil cansarme,
pero un sueño nunca me cansa
y a pesar de mi barba
soy un niño en la mirada.
A veces veo, todavía…vida, vida!

Si envejezco en las palabras,
si envejezco en las palabras,
por favor cerrad la puerta
y huid de la añoranza
de una voz que se apaga.
Que no me ha de dar pena,
que no me dará pena alguna
y andaré de rama en rama
para escuchar lo que canten
nuevos pájaros en mi paisaje.
Que no me dará pena alguna….es vida, vida!

Si la muerte viene a buscarme,
si la muerte viene a buscarme
tiene permiso para entrar en casa,
pero sepa, desde ahora,
que nunca podré amarla.
Y si he de partir con ella,
y si he de partir con ella
todo lo que quede de mí,
sean gusanos, ceniza
o un acorde de mi viaje
quiero que canten este signo…vida, vida!

Tal vez me abandonen las palabras
o tal vez me abandonéis vosotros
o solo los años me dejen
a merced de alguna ola,
a merced de alguna ola.
Mientras todo esto llega…vida, vida!
Mientras todo esto llega…vida, vida!

Lluis Llach

Cerca de la terraza hay una vieja encina enferma. Cuando llegamos, hace ya cuatro años, todas sus ramas estaban peladas, secas, ajadas… Fue la primera vez que contemplamos los síntomas de “la seca de la encina” (afecta también a los robles) y es triste observar como un hongo está cambiando el paisaje de las dehesas a pasos agigantados.

arbol caido2

“Qué podíamos hacer” fue mi primera pregunta al guarda forestal pero su respuesta sonó categórica: “¡nada!“. Le hice notar que algunas ramas de esta centenaria encina reverdecían tímidamente, así que insistí en que quizás pudiera sobrevivir a su dura convalecencia. Él reiteró su afirmación: ¡terminará muriendo! 😦

Soy tozuda y reivindicativa, y como yo de aquella transpiraba cierto halo místico (ahora un poquito menos :lol:), me abracé al enorme tronco de mi vecina quercus (que conste que he tenido que buscar el término en la alejandría 2.0), que me líoooo, sigo: el perímetro de mis brazos solo cubre la mitad, ¡¡es muy grande!!, y le susurré “no te mueras, ahora nosotros estaremos cerca y te contagiaremos nueva energía”… Carita del mayoral: 😯 A estas alturas de mis relatos ya pueden imaginar la reacción del míster cuando me permito este tipo de licencias… Pero para sorpresa de todos, la encina reverdeció y unas cuantas viejas ramas dieron paso a otras nuevas, verdes y lucidas 🙂 ¡¡Durante estos lindos años he presumido de vieja encina!!

Ay… 😕 pero este verano las hojas comenzaron a perder su intenso color, amarillearon, cayeron, y los brotes se resquebrajaron … Yo miraba al mayoral con ojos de niña desconsolada… Y él como el forestal, añadía pacientemente: “ya sabes como es esta enfermedad…”

Y sucedió; una tarde al llegar de mis recados contemplé paralizada que una parte del árbol se había caído. Roberto me contó que oyó un gran crujido, y la encina se partió.

No he llorado, pero lo he sentido mucho. Era “mi árbol”.

Final concluyente. Aún así me resisto a acabarlo con tristeza o resignación (que aún es peor aliada). Este relato tiene moraleja…

Así que en esta tarde de domingo prefiero cerrar los ojos y retornar a mi halo místico, y las preguntas se me amontonan pero esta vez no me preocupa disponer o no de respuestas. Me he adaptado a las cuestiones irresolubles… ahora prefiero escuchar… 😛

Mis lindos chicos de excursión :)

Mis lindos chicos de excursión 🙂

Hamudi, nuestro jovencito invitado veraniego, se fue.

Mi querido y risueño morenito saharaui no retornará el año que viene, así son las normas.

El programa vacaciones en paz tiene establecido que 12 años es la edad máxima para la acogida fuera del desierto argelino… 😦

Soy consciente de que el conflicto saharaui es complejo y que la comunidad internacional mira siempre para ciertos ombligos económicos…

Pero también me duele que los niños hereden sentimientos adultos. Me duele que en el nombre del ayer no se abran ventanas al presente. Quizás por esto hay tres momentos especiales que me acompañan al recordar a Hamudi.

Recuerdo 1. Sonreír a un marroquíe.

La primera vez que me vio saludar a una mujer marroquíe se asustó. Dio un paso atrás, se situó detrás de mi y se aferró a mi mano con temor. Al llegar a casa hablamos y hablamos en su sencillo español. La Marcha Verde de 1975 ha dejado huella en estos niños… y todo lo relacionado con Marruecos significa: terror, rencor…

Por aquel entonces mi querida Sofía me acababa de prestar el excelente documental:Promesas « que narra el conflicto palestino-israelí desde el punto de vista de unos niños. Y esa tarde junto a Robert nos sentamos a verlo.

Ambos lo observaron con mucha atención, (increíble por parte de Hamudi a pesar de que lo suyo son las pelis de vaqueros 🙂 , y su español de aquélla, escaso). Después los tres estuvimos charlando acerca de esos chicos, de las diferencias pero también de lo que les unía. ¡Fue una tarde magnífica! Y a partir de ese momento, ya no le importaba acompañarme a tomar té a casa de Najat o jugar con sus hijos en el corral; creo que aprendió a sonreir a “los marroquíes…”

Sin embargo y como solía hacer muchas noches antes de acostarse (este último verano también), se ocupaba de que todas las puertas de la casa estuvieran bien cerradas por si venían los malos…

Recuerdo 2. El juego, lenguaje universal.

Julia, Urs y su intrépido muchachote Rayco pasaron unas semanas con nosotros el verano pasado. Así que estaban aseguradas largas sesiones compartidas entre Rayco de habla alemana, Hamudi de espeso español de comienzos de julio y Robert. Ambas familias no sabíamos muy bien cómo iban a congeniar por aquello del factor idioma, pero una vez más los niños lo supieron resolver. ¿El punto de encuentro? ¡el juego!: en la playa, en la piscina, con las bicis, con el “Uno”, de excursión, con la wii, en la granja, con los coches, al escondite… He estado tentada de colgar las increíbles fotos de risas compartidas que Urs realizó, pero ya sé que no debo 😎 

Pero a lo que iba… me alegro de haber deshecho otro prejuicio adulto… 

Recuerdo 3. El camino…

Éste lo disfruté una mañana del pasado agosto. Hamudi invitó a su amigo Mohamed unos días (ambos de Auserd y del mismo programa vacacional). En las charlas después del desayuno solían contarnos anécdotas de su colegio, familia, juegos y costumbres. Entonces me acordé que mi «alumna» Fátima me había regalado un precioso encuadernado Corán. Se sorprendieron mucho, y tal como rezan sus costumbres nos lavamos las manos y lo estuvimos ojeando. Ellos orgullosos hacían auténticos esfuerzos por leernos algunos suras, a su edad aún les resulta difícil leer en árabe. Pero claro, esta versión está traducida al español, así que se los puse fácil y les dije que me leyeran el 1, uno de los más conocidos  y que lo tienen prácticamente memorizado. Cuando llegaron al (6) “Guíanos por el camino recto” les pregunté si entendían lo que significaba… y vaya… demasiadas complicaciones para hacerme “entender” esta espléndida metáfora.

Con todo el cariño del mundo les intenté explicar su significado ayudándome con analogías de otras religiones… Poco a poco, los chicos empezaron a tomar confianza y a dejar atrás reglas retóricas  y se animaron a argumentar con naturalidad el trasfondo del mensaje del Corán…, valores de la humanidad…

En un momento de la charla, me distancié y contemplé a los tres chicos sentados a mi alrededor: Robert, Hamudi y Mohamed charlaban amigablemente sobre el sentido de la vida… ¡¡¡Fue mágico!!!! 😛

Y me di cuenta que sin querer había intentado emular “las promesas” de aquel otro verano.

La noche anterior a la partida de Hamudi le escribí una carta especial que espero guarde hasta que tenga el suficiente nivel de español para entenderla.

Como todos los finales vacacionales ha llevado regalos para Sáhara (tal como dice él), pero nuestro regalo ha sido disfrutarlo estos cuatro veranos. Aprendizaje y sonrisa para todos 🙂

aguaEcho de menos escribir, así que durante estos largos meses de ausencia he preguntado a las encinas, a las cigüeñas (ya emigradas), las golondrinas, las yeguas y potros, a las águilas que dominan el cielo mientras tiendo la ropa, el por qué de este silencio.

Chipude tiene su propio ritmo, cíclico, acompasado por las estaciones. Es un vaivén que me ha dado la serenidad buscada, la que aún necesito, amarres a los que aferrarme.

Chipude son los colores sonoros esperados de cada estación. Gritos sordos teñidos de rojizos-celestes en los largos atardeceres otoñales. Blancos silenciosos invernales, pillada como una niña asomada al balcón imponente de Gredos. Rebosantes primaveras de sonidos multicolores, ¡¡¡¡miles de flores!!!!; el constante cuco siempre me hace sonreír. Veranos ocres calurosos, como éste, y trinos (aún muchos desconocidos para mi) de un sin fin de pájaros que estrenan sus vuelos. Noches estrelladas atemporales, ¡magníficas!

Pero Chipude también es un enclave donde ocurren otras muchas cosas que no son cíclicas, más bien todo lo contrario, fluyen como ríos, serpenteantes, bravos y serenos como la vida.

Es quizás por lo que a veces no tengo nada que decir, o no me es suficiente con hablar de mis cigüeñas o terneros. Y a lo mejor es el momento de que poco a poco abra un poquito más esta ventana y funda relatos, aunque procedan de pupilas urbanitas ingenuas y perplejas 😕

¡Vale! 🙂 . Empezaré por el principio.

Chipude está enmarcado entre dos pequeños pueblos del norte de Cáceres. Cuando hablo de pequeños es que realmente lo son, ¡o a mi me lo parecen!. La media es de 1.000 habitantes, Las Palmas de Gran Canaria 400.000, ¡vaya, sí que noto la diferencia!

Pero no quiero adelantarme en las sensaciones. Hoy solo haré referencias a dos de ellas.

¡Ingenuidad/Perplejidad nº 1!. Ocurrió durante la entrevista con la directora del cole al matricular al peque. Muy amable nos comentó los aspectos generales del centro, entre ellos: pocos alumnos por clase (una media de 10), y población mixta, españoles y marroquíes. Mi aburguesado comentario fue el siguiente: ¡ah, estupendo, entonces podrá practicar francés! La «dire» me miró como si me hubiese caído de un guindo 😯 : “¿francéssssss? Creo que estás desorientada, los emigrantes que viven aquí apenas han ido a la escuela en su país, no conocen en su mayoría el árabe escrito. No creo que tu hijo tenga con quien hablar francés». Y escuetamente añadió: el idioma que se enseña es el inglés (sí, caída del guindo total…)

¡Perplejidad/Ingenuidad nº 2! La segunda, o mejor dicho, un montón de segundas veces transcurrieron durante el primer año de estancia cada vez que recogía al peque del colegio. La escena aparentemente era la típica: en la acera un montón de madres (pocos padres) esperando en pequeños grupos, hasta que me percaté de que estas agrupaciones tenían una característica étnica invariable: los españoles y los marroquíes nunca se mezclaban. Y respiraba algo extraño a lo que no acertaba a poner calificativo… los lugareños lo denominan «falta de integración»…  Y mi cabeza urbanita se decía una y otra vez, pero ¿no somos todas madres/padres? En mis esperas y durante mucho tiempo (excusándome en ser “la nueva”), ocupé intencionadamente un espacio intermedio… 

Han pasado casi cuatro años de este comienzo, y ahora creo que entiendo algo, y me atrevo a elegir mis propios adjetivos al respecto… Y me di cuenta que necesitaba nadar en ese agua, aunque fuera a contracorriente. Creo que es esto lo que he estado haciendo a mi manera durante estos últimos años, nadar a contracorriente…

Ahora, aunque aún ingenua pero no perpleja, presumo de ocupar el espacio que me apetece en cada momento en esa acera, pero no fue fácil, todo tuvo su proceso… Iré contando 😀

Nota: El mayoral se ha quedado sorprendido de mi cambio de tercio, pero ya le he dicho que iré de aquí para allá… y aunque este relato veraniego no trajera sonrisas acostumbradas, yo sí sonrío  ¡mira! 🙂 🙂 🙂

El mayoral ha vuelto a regañarme, dice que soy una artista del escaqueo y de verdad que no es cierto. Estábamos plantando la huerta, esta vez en su tiempo (menos mal); yo cientos de puerros y cebollas, tres surcos de 30 metros, y él una veintena de lechugas, tomates, pimientos, berenjenas, calabacines… o sea más o menos proporcionados.

Cuando terminé mi tarea me fui a casa a beber un poco de agua con la promesa de regresar enseguida porque teníamos que continuar con la colocación del riego por goteo. Así que un solo un vaso de agua y un yogur de beber y vaaaaaaaaale, también un par de guasapeos 😀 pero nadita más, y volví a enfundarme el calzado hortelano.

Antes de irme regalé una sonrisa a mis cuatro retoños cigüeñitos; justo esa mañana habíamos confirmado que no eran tres los recién nacidos, sino ¡¡¡cuatro preciosos polluelos!!! que reclamaban incesantemente a mamá cigüeña (o papá, vete tu a saber) el esperado almuerzo. Así que me regalé a mí también un minutito de esta escena familiar, cuando de repente aparecieron como de la nada una decena de cigüeñas sobrevolando la encina anidada, y por ende, mi terraza. No sé por qué pensé que sería una especie de bienvenida vecinal por aquello de tan prolífico parto, y mi sonrisa se expandió, pero no, creo que no fue así como lo percibieron sus progenitores. 😯

Todo sucedió muy deprisa, ambas se repartieron la estrategia: una cobijó rápidamente a los pequeños bajo su vientre y la otra elevó el vuelo bruscamente

El pase de diapositivas requiere JavaScript.


Tal como lo cuento, un montón de cigüeñas a toda velocidad planeaban sobre mi cabeza trazando un círculo amplio un tanto desordenado: enormes, rápidas, persistentes, amenazadas, y yo petrificada, boquiabierta sin apenas creer lo que estaba viendo. Cada una de ellas intentaba tomar el nido, recibiendo por tal osadía, un picotazo de la cigüeña custodia mientras las restantes eran perseguidas por su pareja. Claro, llegaba un momento en el cual yo no sabía quién era quién… 😕

 Al cabo de unos minutos reaccioné, entré por la cámara de fotos y supernerviosa apreté el disparador un montón de veces, apenas enfocaba, solo disparaba una y otra vez mientras los graznidos se incrementaban. Intenté filmar, pero el aviso de batería baja pasó de alerta a realidad, y volví a por el móvil, pero lo acababa de estrenar y no atinaba a darle a la opción de video, finalmente lo logré.

A esas alturas del rodaje la escena estaba casi acabada, la mayoría de las cigüeñas se habían retirado de la trifulca y solo quedaban unas cuantas orgullosas sobrevolando, aunque a mayor altura, nuestra terraza…es lo que pude grabar… 😕

Cuando todo estuvo más calmado, y los retoños salieron de su blindado escondite, me senté a repasar el improvisado reportaje, y así, enredando con mi nuevo móvil me pilló el mayoral, absolutamente al margen de lo acontecido y cabreado por mi aparente escaqueo. Él siempre alude a mi generosa imaginación, menos mal que esta vez tenía pruebas tangibles 🙂

Ni me dejó prepararle un cafelito, tomó agua y “ordenó” continuar con las labores. Obediente volví a la huerta, colocamos el entramado del riego, tubos y grifos y quedó todo ordenado, pero yo ya no estaba allí… 😆

Y también tenía preparado un reportaje de nuestro ternero; él ya no está… Hace unas semanas lo llevamos a matadero y había sacado un montón de fotos desde que salió de nuestra finca hasta otra cercana donde en unos días junto a otros de su promoción harían el viaje final… ¡Ay, que triste! :sad:. Ya lo tenemos todo en el congelador, en bandejitas y etiquetado. Yo apenas puedo comerlo, y repasando las fotos, he decidido que no voy a relatar tal experiencia. El ternero sin nombre ya no está en Chipude, y yo llevo cada día peor todo este tinglado de criar para comer…

 

Continúo con Melo…Melo 1

¡estos Robertos me han vuelto a convencer!!!, y tenemos un pequeño mastín jugueteando en la terraza. Llegó con apenas un mes, y es muy listo y cariñoso. Yo le doy mimitos pero aún me resisto… sin querer le llamo infinitas veces León, y aunque sean hermanos, éste es Melo y es el nuevo juguete de Chipude 🙂 .

Y como la primavera es así de prolífica, ha nacido una potrilla canela (aún no le hemos puesto nombre); la hija de Arquitecta. La mamá siempre celosa y capitana del clan no nos deja apenas acercarnos, así que desde lejos tenemos que disfrutarla.

 

Corretea por la dehesa rebosante de flores amarillas, blancas y lilas, respaldado por el omnipresente Gredos aún teñido de blanco; Extremadura es así de espléndida 🙂 .

Rosana para María

Dunas de Poemas

Puedo abrazar el mar
bajo la luna llena
besos de agua y sal
mojan mi silueta

puedo encender el sol
o aliarme a las estrellas
colgarme, no caer,
y perecer abrazándote

soy capaz de dibujar
en el aire margaritas que se puedan deshojar
soy capaz de renacer
y en invierno hacer brotar la primavera
bailando al centro de esta tierra

Sonreír, respirar
brindar con las mareas
cansarme de sembrar
dunas de poemas.

Puedo esparcir la luz
y colorear la espera
dormir entre tu piel
y amanecer sonriéndote.

Hacer girar la esfera
tanto como quiera
brindar con las mareas
bajo la luna llena
abrazándote.

Rosana. Lunas nuevas